Algunos lo llamarían exceso de optimismo. Prefiero llamarlo orientación al logro. Lo cierto es que, cuando he tenido que hacer un DAFO, siempre me ha costado diferenciar con claridad las Amenazas de las Oportunidades; he visto en las Amenazas, Oportunidades para hacer cosas nuevas o para hacerlas de otra forma. En todo caso, un aliciente para cambiar y mejorar. No quiero con esto esconder de forma temeraria la cara a una realidad que, no por prevista, deja de ser menos costosa de afrontar.
Aunque suene a tópico, si a algo debe parecerse una empresa es a un deportista que cuida su alimentación, entrena duro y ensaya técnicas para lograr
Y todo se complica cuando, para atender la demanda, se acometen fuertes inversiones que finalmente generarán exceso de capacidad, se desatienden oportunidades estratégicas por atender las necesidades operativas, aprieta en costes la competencia internacional en los mercados tradicionales, se hace más difícil el acceso a la financiación o se incrementan los costes de las materias primas y de
Así pues, retomar la forma física y jugar el partido en las nuevas condiciones es todo un reto, y la Amenaza que suponen los cambios debe tornarse en Oportunidad para hacer cosas nuevas o hacerlas de manera diferente. No en vano, como apuntó Robert M. Grant, son los cambios en los mercados los que permiten la creación de nuevas ventajas competitivas.
Como habrá apreciado el lector, la preocupación por los costes subyace en una parte de las consideraciones realizadas hasta el momento. No porque no piense que deban afrontarse muchos aspectos estratégicos y de mercado, o porque no esté plenamente de acuerdo con el mensaje de no competir exclusivamente en costes y con productos sin diferenciación, sino porque, sea cual sea la ventaja, hasta en productos o servicios con el mayor margen, los costes deben ser necesariamente optimizados.
Con el potente argumento de los costes, estos años pasados asistimos a un fuerte proceso de deslocalización industrial, proceso que recientemente se está ralentizando debido en parte a que no se producen reducciones tan relevantes en los costes de transacción. La deslocalización industrial ha dado paso a la deslocalización de servicios en áreas especialmente de back-office de algunas empresas, si bien este efecto no es tan destacado como el de las manufacturas. Hay cientos de ejemplos: el más llamativo para mí han sido empresas del sector media que emplean periodistas en Asia para generar contenidos globales. Así pues, si yo no aportara valor, esta crónica bien podría estarse escribiendo “desde las antípodas”. En conclusión: tal y como están las cosas, cojamos el toro por los cuernos y seamos competitivos como empresarios, como gestores y como personas.